Ha estado toda la noche lloviendo, y como de costumbre yo no me he enterado de nada… ¡Qué bueno es estar tan hecho polvo y dormir como un bebé cada noche!
Anoche me puse el despertador a las 7 de la mañana para levantarme un poco antes, ya que hoy tocaba subir la Cruz de Ferro (y bajarla, pero eso es más fácil), y quería ir con tiempo de sobras por si acaso.
Pues bien, resulta que me despierto a las 7 y cuando miro alrededor apenas quedan 2 o 3 personas más en la habitación.
«Joer, cómo madruga la gente aquí, ¿no?»
Empiezo a hacer las alforjas en el ritual de cada mañana, recogiendo mis cosas desperdigadas por la litera, cuando veo que entran dos mujeres, supongo que del albergue, y empiezan a recoger fundas de colchón, cosas que hay en el suelo y demás. Una se acerca hacia mí: