Suena el despertador algo antes de las 8 de la mañana, dejo las cosas medio empaquetadas y me bajo al restaurante del hostal a desayunar algo. Me tomo un zumo, un café, y un par de tostadas con mermelada antes de volver a la habitación a recoger lo que me falta y empezar a recorrer el Camino del Ebro en bici.
Con la bici llena de mierda y los trastos cargados pago mi estancia en el hostal y empiezo a pedalear sobre las 8:45 de la mañana. Hoy hace mucho frío, no sé qué temperatura, pero aunque me ponga el chubasquero se me congelan las piernas (¡maldito chubasquero volador!).
Salgo de Fuentes de Ebro pisteando un rato hasta entrar en un polígono industrial. El camino no es demasiado bonito de momento, pero cerca de las grandes ciudades es lo que suele pasar; y es que no me quedan muchos kilómetros para entrar en Zaragoza. La cosa se pone mejor todavía cuando la pista se convierte en una vía de servicio asfaltada paralela a la A-68. Joer qué trozo más feo para empezar el día, casi que prefería el desierto.
Llego a la Cartuja Baja y lleno los bidones de agua en una plazoleta del pueblo. A partir de ahí la pista que me lleva a Zaragoza empieza a estar más transitada. En cierto punto ya tengo que andar avisando y esquivando gente porque esto está lleno de caminantes, ciclistas varios, runners, dominguerillos con mocasines y el jersey al cuello… Debo estar en la ruta del colesterol cercana a Zaragoza.
Y así era, pronto entraría en Zaragoza por el carril bici que sigue el Ebro. Siguiendo el carril bici llego cerca de la Plaza del Pilar, a donde me desvío para sellar y descansar un rato. Está todo a reventar de gente ya a media mañana, y caigo en que hoy es 1 de mayo y por eso está todo el mundo aprovechando el día de fiesta.
Llevo 31 kilómetros de ruta en algo más de dos horas y media. Mi media velocidad no ha sido mala, pero se me ha hecho más largo de lo que pensaba… La cabeza influye mucho, y esta mañana yo no estaba mucho por disfrutar del camino sino ansioso por llegar al destino.
Sello la credencial en la oficina de turismo y echo unas fotillos. Me acerco a una cafetería en la plaza (ya no recuerdo muy bien cuál), y me tomo un café con un croissant en la terraza, que me ha entrado hambre. Una familia de pijos que estaba buscando sitio para sentarse decide no ponerse en la mesa de al lado porque “ahí cerca de la bici sucia no”, y mira que la tenía a unos metros apoyada en un árbol… Ellos se lo pierden, con lo que mola mi bici ahí bien enguarradita…
Sentado en la terraza con el chubasquero puesto y con el solecito dándome en la cara me doy cuenta de que me estoy aplatanando demasiado y que se me está yendo la hora, así que es momento de retomar el camino. Cambio el chubasquero por el chaleco, que la temperatura ha subido, y vuelvo al carril bici por el que rodé al entrar a la ciudad.
Salgo de Zaragoza sobre la una menos cuarto por pistas asfaltadas, vías de servicio, y caminos con poco tráfico. Voy pasando pequeños huertos de las afueras de la ciudad pasando a ratos bajo la sombra de los puentes de las autopistas. Me cruzo con numerosos ciclistas que van de vuelta a Zaragoza, acabando sus rutas mañaneras.
Voy pisteando, pasando por pequeños pueblos (o urbanizaciones, barrios de pueblos, no sé); todo muy normal: una pista de tierra, un canal de riego a mano derecha… hasta que poco antes de entrar en Torres de Berrellén la pista acaba en un campo de cultivo.
“Hostias, ¿seguro que es por aquí?”
Me pongo a mirar el GPS para ver si me he desviado del track preparado con cariño desde casa, pero parece que no es así porque estoy encima de la línea marcada en la pantalla… Parece que la zona ha cambiado un poco desde la vez que hizo este camino el tipo de wikiloc del que saqué el track.
Entonces toca buscar una alternativa, por lo que saco el móvil y llamo a Nuria para que me recoja abro la vista satélite de Google Maps para visualizar el arado donde me hallo y tratar de buscar alguna alternativa cercana. Tras unos minutos de poner zoom, quitar zoom, mover la vista para aquí y para allá, veo que la pista que estaba siguiendo se desviaba a mano derecha por un trazado paralelo que llega directo a Torres de Berrellén, sin tener que plantar patatas. El problema es que este desvío está 5km hacia atrás y me da muuuuuucha pereza tener que deshacer camino…
…Y si algo me caracteriza a mí es que soy un cabezón de cuidado, y si el track marca que es por aquí, pues tiro por aquí. Total, ¿qué puede ser lo peor que pase? ¿Qué me tire quince minutos andando? ¿Que tenga que saltar una acequia lo suficientemente grande como para tener que tirar la bici y las alforjas de un lado a otro y después tener que saltar yo intentando no matarme en el intento…?
Pues eso mismo es lo que pasó.
Empiezo a patear por el arado con la bici a un lado, primero por un terreno relativamente duro, hasta que llego a la parte por donde seguramente pasaron la máquina esa misma mañana (donde la tierra estaba bien blandita), ideal para hundirme a cada paso.
Intento pasar lo más cerca del borde para no joderle el cultivo al paisano, y voy pateando hasta llegar a la temida acequia (que en mi defensa diré que de lejos no se veía). Decido seguir la acequia, porque mi lógica contemplaba que debía haber un puente o algún tipo de paso en alguna parte…
…Pero no lo había, y no me apetecía tener que volver 5km hacia atrás, y lo que es peor: tener que des-patear el campo.
Así que decido saltar la acequia. Total, no parece tan grande. Debe tener un metro y poco de profundidad, y otro de anchura. De hecho ahora cotilleando un poco en casa resulta que es la Acequia de Centén, y que se empezó a construir en 2007. Sí que es antiguo el track que seguí…
Bueno, a lo que iba, decido saltar la acequia, pero con lo que pesa la bici se me hace un mundo. Así que decido fraccionar los 30kg de bici en pesos más pequeños.
Desmonto alforjas y bolsitas, las echo al otro lado de la acequia, para por último echar la bici al otro lado (todo con cariño, claro, que me queda mucho Camino de Santiago por delante…).
Finalmente el invento sale bien y ya me encuentro al otro lado. Vuelvo a montarlo todo en la bici antes de patear otro poco por otro campo, esta vez sin arar. Al poco llego a una pista que me llevará a Torres de Berrellén. Creo que si hubiese deshecho los 5km hubiese tardado menos, no me hubiese cansado tanto, y no hubiese corrido el riesgo de hostiarme en una acequia… Pero ¿qué es un viaje sin este tipo de aventurillas? ¡Esta crónica no tendría tanta chicha sin las aventurillas!
Tras menos de 1km llego a Torres de Berrellén, que iba a ser mi final de etapa para hoy ya que tiene un albergue de peregrinos. Pero al llegar al pueblo no veo a nadie. Pero nadie es nadie… ni un pájaro siquiera. Llego a la plaza del pueblo y me siento en un banco, yo solo con el sonido de mis pensamientos. Son las 14:30, mucho más pronto de lo que imaginaba, y estoy bien de energía y de ánimos (lo de la acequia parece que me ha dado el FUA), así que decido que no pararé aquí sino en el siguiente pueblo con albergue de peregrinos, que en este caso es Gallur, a 28km de distancia. Si me quedo a medias tengo algunas alternativas del tipo hostal.
Ya que es hora de comer aprovecho para hacerme un bocadillo y así voy aligerando toda la comida que llevo en las alforjas, cargada desde Cervera y Pina. Al acabar el bocata y antes de salir del pueblo veo pintados unos murales bastante chulos y me paro a hacer unas fotos.
La salida de Torres es por una carretera que se convierte en una pista de asfalto roto, y finalmente en una pista de grava. Esta pista bordea la AP-68 hasta doblar a mano izquierda por una carretera, pasar la autopista por encima y llegar a Alagón.
En Alagón tampoco veo a nadie en la calle, para no variar. Sólo hay unas cigüeñas en el campanario de una iglesia. Me doy una vuelta por el pueblo siguiendo los carteles de las zonas de interés turístico hasta que finalmente salgo de él, de nuevo en dirección a la autopista. Ahora toca pasarla por debajo y hay un charco de barro enorme que ocupa todo el túnel. No sé qué profundidad tiene eso ni si tiene obstáculos en el fondo, por lo que prefiero desmontar y pasar andando como puedo por un lado, mojándome los pies. Eso huele a mierda, pero mejor que me huelan mal los pies a oler mal entero, ¿no?
Al cruzar la autopista pillo una carretera que circula paralela. Es una enorme recta sin tráfico y ni una sola sombra. Bloqueo la horquilla y tiro millas. Me desvío a mano derecha hasta Cabañas de Ebro, pueblo que cruzo y sigo llaneando por caminos a ratos de grava, a ratos asfaltados. Me empiezo a notar un poco fatigado y dolorido, y voy alternando momentos sentado y momentos de pie para hacer el tema más llevadero. Al rato llego a Alcalá de Ebro, pueblo que tampoco tiene nada excepto un mural del Quijote que me gustó bastante:
Si por la mañana tenía frío ahora me aso de calor y el sol me fatiga. Le echo un vistazo al “rutómetro” que me he impreso, y por suerte desde Alcalá a Gallur hay sólo 12 kilómetros. Sigo pisteando para llegar cuanto antes, ya que se me empieza a hacer pesado.
Veo un pueblo a lo lejos… ¡De lujo! Ya no me queda nada, ya puedo descansar y ducharme… Pero no. Cuando creía que estaba ya en Gallur resulta que había llegado a Luceni, pueblo que ni tenía apuntado por no tener ningún servicio que considerara importante a la hora de planificar la ruta.
Desde Luceni a Gallur hay que ir por carretera. Sí, todo por asfalto y sin arcén. Por suerte es una carretera poco transitada (o por lo menos ese día lo era), y excepto un ligero repecho antes de llegar a la entrada del pueblo, llana en su totalidad. ¡Por fin estoy en Gallur! 28 kilómetros ganados a la etapa, 28 kilómetros más cerca de Santiago, y 28 kilómetros que pueden irme genial si algún día por lo que sea no puedo cumplir con el plan de ruta previsto.
Busco el albergue en el móvil y dice que está en la antigua estación de tren. Voy para allá, y al llegar no tengo muy claro si estoy en el sitio correcto. Eso parece una especie de bar, con sus mesitas fuera, sus sombrillas de Cocacola y tal… Y muchos niños corriendo por ahí, parece que celebrando el cumpleaños de alguien. Como esto no sea el albergue, lo hayan cerrado, o haya pasado cualquier otra cosa rara, me toca hacer 10km más hasta Mallén, donde no hay albergue sino que tienes acogida municipal.
Total, que entro al edificio de la antigua estación y le pregunto al hombre de detrás de la barra si esto es el albergue o me he equivocado… ¡Y por suerte lo es! Puedo elegir entre la habitación compartida, que es una buhardilla con camas, o una habitación individual para mí solo por el doble de precio.
En estos momentos del Camino lo de dormir en un albergue con más gente me hace ilusión, por lo que sin dudarlo un momento decido alojarme en la buhardilla. Tampoco es que dormir en un albergue tenga nada de especial, de hecho se está mejor sólo en la intimidad de una habitación para poder hacer lo que te venga en gana, pero a mí me hacía ilusión dormir en una habitación con extraños roncando… Llámame raro si quieres, jajaja.
Lo malo de todo esto es que el albergue no tiene sitio dentro para dejar la bici, así que la tengo que dejar atada fuera en un aparcabicis de esos de rueda… Mal rollito, especialmente para mí, que no me separo de la bici ni un segundo. Pero bueno, no queda otra, son las seis de la tarde y ya no voy a hacer 10 kilómetros más sin saber cómo es el siguiente sitio, que quizás tampoco tenga un lugar donde guardar la bici.
En fin, que dejo la bici atada, subo los trastos a la habitación (bastante maja por cierto), pillo una cama bajo una claraboya del techo, me ducho, lavo la ropa, y me bajo a tomar una cerveza. ¡1’10€ una cerveza! Joer qué barato me parece, póngame diez. Bueno, mejor sólo una, tampoco hay que abusar. Pasan trenes a cada rato pero ninguno para. Vienen a toda hostia y pitando un buen rato, espero que por la noche no pasen… Llamo a Nuria para contarle mis aventurillas diarias, y con la tontería ya es hora de cenar. Los niños del cumpleaños han desalojado ya, y hay peregrinos cenando. Un par de mujeres francesas, un matrimonio holandés, y un hombre del que no tengo ni idea porque no quería hablar con nadie y se alojaba en una habitación para él solo.
Los responsables del albergue, muy majos ellos, me dejan cenar mis cosas en el bar con el resto de la gente. Los demás comen unos platos combinados super abundantes y con una pinta riquísima por 6€. La tentación es grande, pero tengo que comerme lo que llevo porque si no se va a estropear y me va a tocar tirarlo… Una lástima.
Acabo de cenar y me subo el primero a la buhardilla, el resto se quedan viendo la tele. Nada más llegar a la habitación me huele todo a lomo con patatas fritas… Pero ¿qué es esto? Parece que me haya metido en la cocina del bar. Enciendo la luz y veo que no era así pero casi: el tubo de la campana de la cocina pasa por la habitación de la buhardilla y se filtran todos los olores, vaya festival. Abro las ventanas/claraboyas un rato para ventilarlo todo.
Al rato sube la mujer holandesa, se ve que está haciendo el tramo Zaragoza-Logroño con su marido. Están haciendo los diferentes Caminos de Santiago a trozos. Han hecho ya el Camino Francés, el Camino Catalán desde el Port de la Selva, y este año hacen el Camino del Ebro hasta llegar a Logroño, de donde se irán a Santiago en bus para hacer el trozo hasta Finisterre. ¡No sabía que a la gente le enganchaba tanto el Camino!
Cuando suben las dos mujeres francesas vemos que se acuestan directamente y ya dejamos de charlar, toca dormir.
Ah, y los trenes pasaban toda la noche, pitando y haciendo vibrar las ventanas… Pero en cierto punto dejé de enterarme de todo y me dormí como un tronco 🙂
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Datos de la etapa:
Distancia: 83,07km
Desnivel: +426m
Tiempo en movimiento: 6h02min
Tiempo total: 8h45min
Dinero gastado: 18,30€ (3,50€ del desayuno en Fuentes, 2,20€ del café y el croissant en Zaragoza, 1,10€ de la cerveza en Gallur, 1,50€ de una Cocacola para cenar, y 10€ del alojamiento)
Lugares donde dormir en esta etapa:
Zaragoza: Zaragoza Hostel – 976 28 20 43 – 16€ / Albergue Juvenil Baltasar Gracián – 976 71 68 80 – 18€ (28€ MP)
Torres de Berrellén: Albergue Municipal de Peregrinos – 976 653 101, 976 653 287 – 6€
Alagón: Pensión Jarea – 629489776, 669745729 – 25€
Cabañas de Ebro: Casa rural Guadalupe – 976 610 548, 637 524 363 – Desde 20€
Alcalá de Ebro: Casa rural palmera de la ínsula – 976615785, 685097249 – 25€
Gallur: Albergue de peregrinos de la Ruta del Ebro (antigua estación de tren) – 976 864 396 – 10€
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