La noche anterior no se apagaba la luz ni a tiros y la habitación se llenaba de improvisadas “cabañas” hechas con toallas y ropa, gente con la cara tapada por una camiseta y demás… Hasta que finalmente a las 23h se hizo oscuro y pensaba que por fin podría dormir… Pero no.
Empezó la función de la orquestra nocturna del albergue, y es que eso era un festival de ruiditos de lo más variopintos. Desde los clásicos ronquidos y respiraciones ruidosas, hasta ruiditos de saco de dormir, alguna bolsa de plástico, alguien que parecía que estuviese comiendo patatas fritas, y algún que otro peregrino que regaló un pedaco explosivo a los presentes. A la mañana siguiente sería fácil encontrarlo porque seguro que su saco de dormir estaría agujereado después de tal explosión.
En fin, a lo que iba… Al final me levanté a las siete de la mañana y sin haber dormido demasiado, para ver que apenas quedaba nadie en la habitación. Ya va convirtiéndose en costumbre esto de levantarme de los últimos, pero no pasa nada porque yo voy sobre ruedas y avanzo más rápido.
Recojo mis cosas y bajo a la cafetería a desayunar ya vestido de romano, con las alforjas cargadas, y el casco en la mano. Ahí todavía quedaba bastante gente remoloneando en el desayuno, y es que la etapa de hoy empieza en subida desde la puerta del albergue, fuera hacía un frío del copón, y el día estaba encapotado y no acompañaba para andar.
Me dirijo a la barra y veo un taburete libre.
– Hola, ¿está libre?
– Oh… yes, ¡sure!
Me pido un café con leche y una magdalena mientras empiezo a charlar con la chica que se sentaba en el taburete de al lado. Resulta que se llama Michelle y es de Chicago. Se podría decir que llevaba una buena vida: una familia que la quiere, buenos amigos alrededor del mundo, una carrera de economía en una buena universidad, y un trabajo de oficina relativamente cómodo y bien pagado.
Un día en una caída se rompió la muñeca, y durante la rehabilitación su fisioterapeuta le habló del Camino de Santiago. Las historias del Camino despiertan su curiosidad y como no acababa de sentirse a gusto con esa vida “tan normal” que llevaba, después de diez años de trabajo en finanzas decide dejarlo y tomarse un año sabático para viajar y reorganizar su vida.
En el momento en el que la conozco ya lleva 8 meses viajando por el mundo y unas pocas semanas con el Camino, que la está ayudando a encontrarse a sí misma. Tiene claro que cuando vuelva a Estados Unidos estudiará acupuntura china y se dedicará a ello, ya que es lo que realmente le gusta. Curiosa historia, me sorprende el giro que le ha dado a su vida, pero me alegra que esté encontrando su pasión. Se la ve una chica muy feliz, con una sonrisa en la cara durante todo el desayuno. Creo que en parte es porque el Camino está cambiando su vida.
Acabamos la charla y cada uno se va por su lado. Ella ya sale a andar, y yo me dirijo al otro lado del albergue a cargar las cosas en la bici y ponerlo todo a punto para rodar.
Con la tontería acabo saliendo a las 8:30 de Villafranca Montes de Oca, para empezar a subir la primera cuesta de la jornada.
El día está nublado y en el ambiente flota una fina niebla que se va volviendo más densa a medida que voy ganando altura. De los 970m del punto de inicio subo hasta los 1170m en unos tres kilómetros de subida y con el desayuno todavía a medio digerir.
Pese a que en el albergue había otros bicigrinos, la subida la hago en solitario, parece que una vez más he salido muy tarde. El poco paisaje que se ve es muy chulo, boscoso y frondoso, cosa que hacía días que no veía, ya que casi todo mi Camino había sido entre cultivos y viñedos. Antaño en estos montes se escondían los bandidos que asaltaban a los peregrinos en su camino a Santiago. Hoy en día ya no hay peligro alguno, pero el ambiente “misterioso” de esa mañana me podía dar una idea de la tensión que podía tener uno antaño pasando entre esos bosques.
Parece que ya estoy en el punto más alto, y justo he alcanzado un grupo grande de peregrinos a pie, que descansan antes de tomar el camino de bajada que asoma entre la niebla. Entre esos peregrinos veo a Michelle, de la cual me despido una vez más, ya no nos volveremos a ver, y es que en bici las etapas avanzan mucho más rápidas. La bajada es rápida (y demasiado corta), y enseguida vuelve a subir por un rampote donde tengo que meter todo el molinillo que la bici me permite, y aun así me faltan piñones en el cassette… ¡Strava marca hasta un 17%!
Superado el rampote encuentro “el oasis del camino”, que quizás en verano tiene su gracia para descansar y demás, pero esa mañana el tiempo no acompañaba como para pararse ahí mucho tiempo. Hay unos banquitos, mesas, algunas figuritas talladas, un mástil con flechas indicando la distancia a diferentes partes del mundo… Me detengo a echar unas fotillos antes de seguir mi camino. Me encuentro en el kilómetro 5 de mi etapa, y ahora viene una larga bajada hasta San Juan de Ortega, casi en el kilómetro 13, que agradezco pese al frío que paso. A pie se debe hacer pesado, pero en bici devoras los kilómetros sin darte cuenta.
Paso de largo San Juan, pese a la tentación que tengo de tomarme un café, pero se ve todo bastante lleno y tengo ganas de más tranquilidad. Hago unas fotos a unas vaquitas que encuentro pastando, y pronto salgo al asfalto de la carretera que va a Atapuerca. Ahí adelanto a bastante gente, incluidos dos chicos que me llaman la atención porque llevan en sus mochilas colgadas dos banderitas de Kazajstán.
Al llegar a Atapuerca veo una cafetería donde entro a hacer mi segundo desayuno. Lo sé, soy un gordo, pero con las calorías que estoy quemando se me permite todo, y es que venía un olorcito bueno a pastas de chocolate… Me acabo comiendo una trenza de chocolate acompañada por un café con leche, que me cuesta 3,50€.
Saliendo de Atapuerca hay que subir otro montecito, 120 metros en unos 2 kilómetros. A priori no es nada del otro mundo, pero el terreno es bastante pedregoso y accidentado. Es terreno de ese que disfrutas en tus subidas “técnicas” en las rutas de domingo con la grupeta, pero con una bici de 30kg y las alforjas botando no lo pasas tan bien. Finalmente resulta no ser para tanto (si lo pillas despejado, claro, que hay que encontrar la buena trazada) y llego a la cima, desde donde ya se puede ver Burgos a lo lejos.
Empieza la bajada, también algo pedregosa y “técnica” (todo se vuelve técnico… jajaja, pero nada que ver con Cruz de Ferro, ya te contaré más adelante…), donde a los pocos metros me vuelvo a encontrar con los chicos de Kazajstán. Me paro a hablar con uno de ellos:
– ¡Hola!
– (se quita los auriculares) ¡…Hola!
– Hablas castellano?
– No…
– ¿English?
– No… (me señala a su compañero, que sí lo habla)
– ¿Ruski?
Sergei se sorprende, y me pongo a hablar con él y su amigo Pavel chapurreando el poco ruso que sé. Pavel habla inglés y castellano, y eso facilita nuestra comunicación. Resulta que han venido de Kazajstán a hacer el Camino y hoy acaban la etapa en Burgos, donde vive un familiar de uno de ellos. Se les ve gente muy agradable. El vuelo a casa lo toman desde Barcelona, y les doy mi número por si necesitaran alguna cosa y las pudiera ayudar antes de la vuelta. Al final se quedarían a dormir una noche en mi sofá, pero eso ya es otra historia.
Nos despedimos y seguimos nuestros caminos. La bajada dura apenas tres kilómetros hasta llegar al asfalto, donde ruedo a buen ritmo. Ahora lo veo e iba a unos 25-30 km/h, joé cómo se nota que esa trenza de chocolate me dio “el fua”, como las espinacas a Popeye.
Este trozo es feo, rodeando el aeropuerto y entrando a Burgos por la N-I a través de un polígono industrial, pero mejora cuando llegas al centro por las calles peatonales hasta la Catedral. Ahí me paro para tomar un poco el solecito, sellar la credencial, y echar unas fotos. Al final el día ha despejado e invita a disfrutar de él. Me lo tomo con calma, tampoco tengo prisa. En una de mis planificaciones Burgos tenía que ser final de etapa para hacer turismo por aquí, pero al final no ha podido ser. Cortar la etapa aquí con sólo 38km se me antoja muy poco, y quizás esos kilómetros “extra” los echo en falta más adelante cuando el desnivel se ponga feo.
Tras unos 45 minutos de relax, decido retomar el camino. Ya son las 12:30 y el sol acompaña, por lo que me quedo con el maillot de manga corta y sigo mi ruta. La salida de Burgos sigue el curso del río Arlanzón, primero por un paseo dentro de la ciudad, y después por una pista bastante concurrida, y es que es sábado por la mañana y la gente aprovecha para salir a pasear o hacer deporte.
Paso por una zona de vías de tren, cruces de carreteras y autopistas, similar a lo que me encontré al salir de Zaragoza, y tras cruzar Tardajos y Rabé de las Calzadas, empieza una pista en suave subida, donde veo a una mujer haciendo fotos y le pregunto si quiere que le eche una de recuerdo. Tras hacer un par de fotos charlamos un rato. Se llama Joanne, es de California, y es fotógrafa (uy, espero haber hecho bien las fotos… jaja). Tras unos minutos de charla sigo a lo mío y la dejo atrás.
En comparación con toda la gente que me encontraba por la mañana, esta parte del Camino es bastante solitaria. Puede ser porque ya es mediodía y Burgos suele ser inicio y final de etapa…
Al cabo de un kilómetro y poco veo otra persona a lo lejos, que está sacando algo de la mochila. No sé qué sería, pero la esterilla que llevaba enganchada se le va volando, y no alcanza a atraparla. Acelero para pillarla yo con la bici, y tras unos metros consigo ponerme delante y darle caza. La mujer me agradece que la haya podido pillar, con la respiración entrecortada, se agacha para poner la esterilla en el suelo, y se sienta (más bien se tira) sobre ella.
– Voy a descansar un rato aquí (se tumba sobre la mochila)
– Pero… aquí en medio de la pista? Hornillos está a menos de cinco kilómetros y ahí tienes albergues.
– Es que no me encuentro muy bien, estoy mareada…
La mujer me empezaba a preocupar, a ver si iba a darle un chungazo ahí en medio de la nada y tenía que llamar al 112…
– ¿Necesitas agua? ¿Has comido algo?
– Sí, bueno, he desayunado un café y unas pastas en Burgos.
– Pero si Burgos está como a 20km… ¿Y no has comido nada más?
– No, bueno, es que quería llegar a Hornillos y comer ya ahí…
¡¿Pero qué?! La mujer tenía todas las papeletas para desmayarse ahí mismo y que no la encontrase nadie… De hecho si no le ha dado una pájara ha sido de poco. La sermoneo con que eso no se puede hacer, que es muy inconsciente por su parte y blablá… Y le doy algo de lo que llevo de comida. Manda narices que esté yo sermoneando a una mujer que podría ser mi madre, pero bueno.
Al final Remedios, que es como se llama la mujer, devora una lata de piña en almíbar, dos gelatinas, dos mandarinas, y se bebe toda el agua de uno de los bidones. Yo creo que a Hornillos no llegaba si no era en ambulancia. Me cuenta que es la tercera vez que hace el Camino, que la han operado de la rodilla ese año y hace el Camino para agradecer su recuperación y pedir salud al Apóstol. Vive en Fuerteventura, y en el primer Camino de Santiago le robaron la riñonera con todo su dinero y documentación mientras dormía. Pobrecilla, sólo me cuenta desgracias de sus Caminos, y todavía con esas le quedan ganas para repetir.
Mientras Remedios está sentada en su esterilla, nos alcanza Joanne y otro hombre, a los que explico un poco la situación. Como todo parece estar controlado ya, siguen con su paso.
Tras veinte minutos parece que la mujer ya se encuentra mejor, y le digo que vayamos avanzando hasta Hornillos. Rechaza mi oferta y me dice que se va a quedar ahí un rato más, que quizás se echa una siestecita o algo.
(De verdad, pese a que pueda parecer que me lo he inventado… 100% real no fake)
Me quedo un poco a cuadros, pero tengo que seguir a lo mío. No me sabe tan mal dejarla ahí porque ahora por lo menos tiene mejor aspecto y parece que no va a morir ahí en medio de la pista…
Alcanzo de nuevo a Joanne y al hombre que va con ella. Jesús, que así es como se llama, raja un poco de la señora y de la inconsciencia de la gente, y de que cómo los turistas se piensan que el Camino es un paseo por el parque y demás. Le pregunto un poco por él para cambiar de tema, que se estaba enfadando de verdad, y me cuenta que viene andando desde Alicante. Se ve que desde ahí apenas está marcado y tiene que andar solo y buscándose la vida. Le gusta esa soledad y “aventura”. Me dice que ese es el auténtico Camino, y no la turistada en la que se ha convertido el Camino Francés. Que lo mejor es andar kilómetros sin ver a nadie, recorrer un camino poco marcado, y dormir en casetas de pastor en medio del monte. Que esto de los bares y albergues a cada kilómetro “matan al Camino” y que ahora esto parece un parque de atracciones. Ya ni hablar de los taxis que te transportan la mochila…
Mejor no le pregunto sobre lo que piensa de los que lo hacemos en bici… Jajaja.
Al final con la tontería ya estoy en el kilómetro 57 y con una bajada por delante que me llevará a Hornillos del Camino. Ya son las dos y media de la tarde y el pueblo está lleno de peregrinos descansando de la caminata de la mañana. Casi todos los carteles cuelgan carteles de “lleno” en la puerta. Hornillos podía ser una posible parada, pero al coincidir con la etapa a pie decido seguir hasta el siguiente pueblo para buscar un sitio menos concurrido. Paso por delante de un albergue que me sigue en Instagram (¡y si tú no me sigues quizás deberías!) mientras pienso en la siguiente parada. Podría ser en Hontanas, a unos 13km de aquí. No pinta mal.
Aquí no sé cómo pero le doy a algún botón en el GPS y paro el track sin darme cuenta… Me enteraré más adelante, ya en Castrojeriz. Cagüenlaleche, esos valiosos kilómetros sin registrar… jaja.
Desde Hornillos hay que subir una pequeña cuesta (Arroyo San Bol, 40m en 1km, nada del otro mundo) para después llegar llaneando a Hontanas . Tuve suerte y soplaba el viento a favor. Creo que por primera vez tras todo el tiempo que sufrí el viento en contra en el valle del Ebro.
Las alforjas además de hacer vela para mal, también lo hacen para bien; y en ese tramo fui casi casi volando. Ni me di cuenta y ya estaba entrando en Hontanas.
La llegada a Hontanas es chula porque el pueblo no se ve hasta que casi estás encima. Entras por una pista que viene desde arriba, y sólo cuando empiezas a ver la punta del campanario te das cuenta de que ya estás ahí. Además es un sitio pequeñito, de piedra, sin coches y con encanto, me gustó…
…pero no acabé la etapa ahí. Había mucha gente y vi algunos carteles de “lleno”; y sinceramente me apetecía algo más tranquilo, así que seguí pedaleando. Castrojeriz sólo quedaba a 10 kilómetros en ligera bajada, y con este viento a favor podía estar ahí en menos de veinte minutos.
Saliendo de Hontanas paro a hacerme una foto con un mural que indica que faltan 457 kilómetros para Santiago. ¡Ya va quedando menos! Le pido a un hombre que pasaba por ahí que me hiciera una foto. Manuel me hace la foto y me recomienda que no coja la pista hasta Castrojeriz, porque va paralela a la carretera y con un terreno bastante malo. Que por el asfalto el paisaje es el mismo y avanzaré mucho más rápido. Le agradezco el consejo y sigo mi camino.
Esta carretera cruza las ruinas del Monasterio de San Antón (s.XIV), ahora en ruinas. Antiguamente fue un monasterio/hospital, donde los antonianos cuidaban de los peregrinos enfermos. Ahora sólo queda en pie el arco por donde pasaban los peregrinos, y que es por donde ahora pasa la carretera. Un sitio muy peculiar, es bonito de ver.
Finalmente llego a Castrojeriz sobre las 15:30 de la tarde y lo veo vacío. Me esperaba algo más de ambientillo, pero es un pueblo lo suficientemente grande como para no tener el encanto que tenía Hontanas, pero tan pequeño que no encuentro ninguna comodidad de sitios más grandes (turismo, supermercados, bares…). Mientras pienso qué voy a hacer busco un bar para comer algo, y es que el hambre ya aprieta. Desde la trenza de chocolate en Atapuerca que no como nada en condiciones. Acabo entrando en un bar donde me como un bocadillo de lomo embuchado y me tomo una cocacola fresca.
Son las cuatro de la tarde y me parece pronto para parar, así que decido estirar un poco más hasta Boadilla del Camino. Según mi libro de ruta se encuentra sólo a 18 kilómetros, y con unos 200 metros de desnivel acumulado hasta ahí. Sobre el papel se ve fácil, no tiene que llevarme mucho más que una hora, y plantarme en el albergue a las cinco ya es buena hora para acabar. Además tengo apuntado que el albergue tiene una piscinita ¡y con este calor apetece mucho! Aunque sea para tener las piernas a remojo después de tanto pedaleo.
Ahora lo que hay que decidir es si sigo el trazado original del Camino, que sube al Alto de Mostelares (he leído que es una putadita en medio de la llanura), o rodearlo por carretera a costa de hacer unos pocos kilómetros más. El hecho de haber acabado de comer hace que me envalentone y decida ir por el camino “original”. ¿Sino qué gracia tiene?
Pues resulta que Mostelares sí es una buena putada, y más a media tarde con el sol pegando bien fuerte. 32ºC de temperatura ambiente me marca el GPS, casi nada para un cinco de mayo. A medida que me acerco a esa “tachuela” se me va haciendo más alta, y empiezo a divisar cómo sube la pista por la ladera. Parece durillo… Un cartel al inicio de la cuesta me indica amablemente que la pendiente es del 12%, así que sí que es durillo. Pongo todo el molinillo que tengo y subo esos 1,3 kilómetros con una rampa de bienvenida del 20% para calentar las piernas poco a poco, pero sin parar, porque sino no puedo volver a arrancar.
Ya en lo alto hago unas fotillos y compruebo que este Alto es una trampa en medio de la llanura. Por un momento dudo de si debería haber pillado la carretera…
El cartel de bajada indica que la pista hormigonada que tengo en frente tiene una pendiente del 18%, ¡qué locura! Bajo a gas (pero con cuidado) y pisteo un rato hasta llegar a un puente sobre el Pisuerga. Poco antes de llegar a éste adelanto a un par de peregrinos a pie. Si yo lo estoy sufriendo a base de bien, no quiero imaginarme cómo lo estarán pasando ellos…
Hago una foto con el monolito de entrada a la provincia de Palencia, ¡una más a la saca! El calor es totalmente agobiante, el GPS sigue marcando 32ºC, el sol pega bien fuerte, y no corre ni una gota de aire. Como no tengo nada que hacer en Itero de la Vega, decido pasar de la pista y tirar recto por carretera hasta Boadilla del Camino.
Pese a las toneladas de crema solar que llevo encima, noto cómo el sol me abrasa la piel, así que pese al calor me tapo hasta las orejas, y le doy a los pedales para llegar cuanto antes. Estos 7 kilómetros por carretera se me hacen eternos, y mira que sólo tardé 15 minutos en recorrerlos… Tanta ropa me agobiaba, pero tampoco me la quería quitar porque me iba a quemar; la carretera era una recta que no se acababa nunca, sólo veía el aire caliente ascendiendo del asfalto, no había una triste sombra, y no podía ver a nadie más alrededor.
Finalmente llego a Boadilla sobre las 17:10, encuentro el albergue rápidamente (el pueblo son 4 casas, literal) y me meto para que me dé un poco la sombra y el fresco. El albergue es el “Albergue en el Camino”.
Mi gozo en un pozo porque la piscina es una pequeña charquita que, bueno, para refrescarse pues ya va bien, pero está vacía… El hospitalero me comenta que solo la llenan en los meses de verano, porque ahora en mayo lo normal es que haga más fresco. Menos mal que hay un buen césped para echarse al sol y tomar una jarra de cerveza bien fría. El albergue tiene un edificio principal con el comedor y unas habitaciones relativamente pequeñas, distribuidas en dos plantas, y luego otro edificio al otro lado del jardín, con una habitación grande y una especie de altillo. A mí me toca dormir en este segundo, que sinceramente se ve mejor.
Pago el albergue y dejo la bici en la sala de estar, donde hay tres más apoyadas en la pared. Son las bicis de tres chicos de la zona de Llinars que conoceré mejor mañana, pero se les ve majetes. Uno de ellos me dice que en el pueblo no hay ni una tienda, y que van a Frómista a comprar algo para cenar, por si quiero acompañarlos o quiero algo. Le agradezco el ofrecimiento pero decido que ya tengo suficiente bici por hoy y decido cenar en el albergue.
Después de ducharme y cambiarme comparto una lavadora con unos chicos, y decido preguntar por la cena. ¡Tarde! Todo el mundo ha cenado ya.
¿Pero cómo? ¡Si son las siete menos cuarto de la tarde!
Por suerte el encargado del albergue dice que todavía sirven cenas, y acabo cenando yo solo a las ocho. Si es que no me voy a acostumbrar a los horarios del Camino…
Mientras ceno hay una pareja joven de daneses charlando con un par de tipos más mayores, creo que eran holandeses. Me presento e intento charlar un poco, pero parece que no son muy de relacionarse con nueva gente. De hecho ni me acuerdo de sus nombres… Además el danés no sé si es que está medio colgao o me está vacilando, pero cuenta unas historias un poco surrealistas de visiones extrañas, de que “el silencio le llamó para que fuese a nosedonde a hacer nosequé”, y otras movidas a las que ya no presté mucha atención.
Al acabar de cenar pues nada, tender la ropa y esperar que haga una noche con poca humedad para que esté seca por la mañana, y salir a hablar por teléfono al único punto del pueblo que tenía algo de cobertura de móvil. A Jesús, uno de los de Llinars, el hospitalero lo dejaría encerrado fuera del albergue y con la llave echada, pero esa es una historia que me contarán mañana.
Esta etapa ha estado llena de contrastes, no parece que en un mismo día haya estado pasando frío entre la niebla en Montes de Oca, y por la tarde me estuviera achicharrando al sol en Palencia. Que haya estado entre bosques y en las llanuras de la meseta. Que haya conocido a tanta gente y tan diferente. Que haya sufrido en algunos puntos, pero a la vez lo haya disfrutado tanto. Sin duda es una de las etapas que recuerdo con más cariño.
–
Datos de la etapa:
Distancia: 96,32km
Desnivel: +762m
Tiempo en movimiento: 4h54min
Tiempo total: 8h12min
Dinero gastado: 29,80€ (2,50€ del desayuno en Villafranca Montes de Oca, 3,50€ del segundo desayuno en Atapuerca, 5,30€ del bocata y bebida en Castrojeriz, 2,50€ de la jarra de cerveza en el albergue, 1€ de la lavadora compartida, 6€ de la cena, y 9€ del albergue en Boadilla del Camino)
Lugares donde dormir en esta etapa:
San Juan de Ortega: Albergue San Juan de Ortega – 947 560 438 – 10€ (no muy buenas valoraciones)
Agés: Albergue el Pajar de Agés – c/Medio Paralela, 12 – 699273856 – 10€ / Albergue San Rafael – c/Adobera, 18 – 661263289 – 10€ / Albergue mpal. Taberna de Agés – c/del Medio, 21 – 947400697 – 660044575 – 8€
Atapuerca: Albergue el peregrino – c/Camino Santiago, 25 – 661580882 – 8€ / Albergue Olmos de Atapuerca – 947 430328 – 10€ (se desvía del camino)
Cardeñuela Riopico: Albergue Via Minera – c/Iglesia, 1 – 652941647 – 8€ / Albergue mpal. – c/Sta.Eulalia – 646249597 – 5€ / Albergue Sta.Fe – c/Los Huertos, 2 – 626352269 – 947560722 – 8€
Burgos: Albergue mpal. Casa de los Cubos – c/Fernan Gonzalez, 28 – 947460922 – 5€ / Albergue San José Obrero – c/S.Pedro Cardeña, 31 – 5€ / Albergue de peregrinos Santiago y Sta.Catalina (Divina Pastora) – c/Laín Calvo, 10 – 947 207 952 – 655 223 964 – 5€ / Albergue Gil de Siloe – Av.Cantabria – 947220362 – 947220277 – 15€ (alejado del centro)
Tardajos: Albergue la Casa de Beli – Av.General Yagüe, 16 – 629351675 – 947451234 – 10€ / Albergue municipal – c/Asunción – 947451189 – La voluntad / Albergue la Fábrica – Camino la Fábrica, 27 – 646000908 – 947451436 – 15€
Rabé de las Calzadas: Albergue Liberanos Domine – Pza.Francisco Rivera, 10 – 695116901 – 8€
Hornillos del Camino: Albergue mpal. – Pza.Iglesia – 689784681 – 5€ / Albergue el Alfar de Hornillos – c/Cantarranas, 8 – 654263857 – 619235930 – 9€ / Albergue Hornillos Meeting Point – c/Cantarranas, 3 – 608113599 – 600660994 – 9€
Arroyo San Bol: Albergue mpal. San Bol – Junto al arroyo – 606893407 – 5€
Hontanas: Albergue Juan de Yepes – c/Real, 1 – 638938546 – 653243385 – 8€ / Albergue el Puntido – c/Iglesia, 6 – 947378597 – 636781387 – 5€ / Albergue Sta.Brigida – c/Real, 15 – 628927317 – 7€ / Albergue mpal. San Juan – c/Real, 26 – 686908486 – 10€
Castrojeriz: Albergue Rosalía – c/Cordón, 2 – 947373714 – 637765779 – 10€ / Albergue mpal. San Esteban – Pza.Mayor – 947377001 – 947377302 – 5€ / Albergue Ultreia – c/Real de Oriente, 77 – 947378640 – 10€ (¿he leído algo sobre orujo de este sitio?) / Hospital peregrinos San Antón – Ctra.Hontanas – La voluntad / Albergue Casa Nostra – c/Real de Oriente, 52 – 947377493 – 7€ / Camping Castrojeriz – c/Virgen del Manzano – 947377255
Itero de la Vega: Albergue mpal. – Pza.Iglesia – 605034347 – 979151826 – 5€ / Albergue la Mochila – c/Sta.Ana, 3 – 979151781 – 609513454 – 8€ / Albergue hogar del peregrino – c/Sta.María, 17 – 979151866 – 616629353 – 12€
Boadilla del Camino: Albergue en el Camino – Pza. del Royo – 979810284 – 619105168 – 8€ – Piscina / Albergue mpal. – Antiguas escuelas – 979810390 – 5€ / Albergue Putzu – c/Bodegas, 9 – 677225993 – 7€ / Albergue Titas – c/Mayor, 7 – 979810776 – 691869735 – 10€
–
Continúa tu lectura sobre el Camino de Santiago en bici con la etapa anterior, la etapa siguiente, o la ficha del viaje.